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13 de junio de 2013
5 de junio de 2013
MISA DE DIFUNTOS
El próximo viernes, día 7 de junio, a las 20:00 horas, en la Parroquia de San Juan de Letrán, la Hermandad ofrecerá la Santa Misa por el eterno descanso del alma de los Hermanos difuntos. Rogamos la asistencia de todos los Hermanos.
11 de abril de 2013
10 de abril de 2013
4 de abril de 2013
Misa de difuntos
El próximo viernes, día 5 de abril, a las 20:00 horas, en la Parroquia de San Juan de Letrán, la Hermandad ofrecerá la Santa Misa por el eterno descanso del alma de los Hermanos difuntos. Rogamos la asistencia de todos los Hermanos.
2 de abril de 2013
Agradecimiento
Vuestra ayuda, el respeto mostrado y la devoción hacia nuestro Titular solo nos empuja aún más a trabajar con ahínco y perseverancia, teniendo como único objetivo engrandecer ésta, nuestra Cofradía.
Las decisiones
tomadas por esta Junta de Gobierno siempre son pensando en el bien de la Cofradía , los hermanos y
sobre todo en Nuestra Bendita Imagen y si en algo hemos errado pedimos
disculpas.
Agradecer a todos
los que componen la “familia jesuista”: nazarenos, monaguillos, mantillas,
romanos, portadores de insignias y horquilleros de nuestros pasos por su
respeto, paciencia y buen hacer, que hacen de nuestro Jueves Santo un marco
incomparable.
Gracias a todas
aquellas personas que habéis participado en la ofrenda floral, en estos tiempos
de crisis hacéis un gran esfuerzo para depositar vuestros deseos en cada ramo
de flores junto a los pies del Señor.
1 de abril de 2013
Mensaje de Pascua de D. Jesús Catalá, obispo de Málaga
«Asociados a Jesús compartimos su muerte y
resurrección»
En la Pascua celebramos el “paso”,
que Jesús hizo de la muerte temporal a la vida eterna. Este hecho es un
acontecimiento único en la historia de la humanidad. Ningún ser humano antes
que Él y nadie después que Él ha podido realizar este “paso”; pero Jesús de
Nazaret lo ha hecho por su condición de Dios y Hombre a la vez. El fiel
creyente, que se asocia a la muerte de Jesucristo en el bautismo, queda
asociado también a su resurrección; su vida temporal queda impregnada de
inmortalidad; su inteligencia limitada queda iluminada por la luz de la fe;
experimentando el amor de Dios, queda capacitado para amar. En definitiva, el
creyente puede realizar la “Pascua” con Cristo, dando el “paso” hacia lo
eterno.
Por la fe se nos regala el don de vivir con esperanza y agradecimiento.
Nuestra pequeñez y miseria es ocasión de misericordia; la humillación, de
exaltación; las penas se truecan en alegría; y la amargura se dulcifica.
La Pascua nos permite traspasar nuestros cortos
límites, porque se nos tiende la misma mano de quien resucitó a Jesús de entre
los muertos. Por eso, «si vivimos, vivimos para el Señor, si morimos, morimos
para el Señor» (Rm 14,8), que murió y resucitó por nosotros,
rescatando nuestra vida. Desde su resurrección estamos en deuda de amor con Él;
deuda impagable, que debe llevarnos a vivir sólo para Él, pues el amor sólo con
amor se paga.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
+ Jesús, obispo de
Málaga
26 de marzo de 2013
Santa Misa y Ofrenda Floral
Santa Misa y Ofrenda Floral a Nuestro Sagrado Titular
Martes Santo 2013
Tras el oficio de la Santa Misa ha tenido lugar esta tarde en nuestra Capilla la tradicional Ofrenda Floral a Nuestro Sagrado Titular.
La Santa Misa ha sido oficiada por nuestro Párroco y Director Espiritual Don Francisco Baquero con el acompañamiento de las voces del Coro de nuestra Hermandad.
En la misma ha sido bendecida la peana que ha sido plateada en la Orfebrería Paula Orfebres de Lucena para la Novena.
Cientos de hermanos, devotos y fieles han acudido a nuestra Casa Hermandad para participar en tan emotivo acto y depositar sus ramos de iris morados y claveles rojos.
25 de marzo de 2013
24 de marzo de 2013
Traslado Nuestro Padre Jesús
Traslado Nuestro Padre Jesús Nazareno
Domingo de Ramos 2013
Finalizada la celebración de la Santa Misa , hoy Domingo de Ramos se procedía a la organización del Traslado de Nuestro Padre Jesús Nazareno tras la reunión de la Junta de Gobierno en la que se tomó la decisión de realizar el recorrido corto debido al riesgo de lluvia.
Paso a paso, con recogimiento, fe y devoción hemos podido disfrutar del traslado de Nuestro Sagrado Titular desde la Pontificia y Patriarcal Iglesia de “San Juan de Letrán” a su Capilla, con el acompañamiento musical de la Banda de Cornetas y Tambores Resurrección de Teba.
Bonito y emotivo acto de colocación de la medalla de la cofradía en el Banderín de la Banda , en señal de agradecimiento por la participación durante el Traslado de nuestro Sagrado Titular de forma totalmente desinteresada.
No nos cansamos de repetirlo, gracias, gracias a todos los Hermanos Jesuistas, horquilleros, monaguillos y acólitos, al pueblo de Arriate, a los fieles y devotos que año tras año demuestran su amor a y devoción a Nuestro Padre Jesús Nazareno.
23 de marzo de 2013
AVISO
Se COMUNICA a todos los Hermanos que debido a las inclemencias meteorológicas, el TRASLADO de Nuestro Sagrado Titular a su Capilla tendrá lugar mañana DOMINGO de RAMOS tras
De igual modo se informa que el SORTEO DE HORQUILLEROS se mantiene tal
y como estaba previsto, y tendrá lugar hoy sábado
23 de marzo a las 21:00 horas en la Casa Hermandad.
22 de marzo de 2013
Visita Monseñor Jesús Catalá Obispo de Málaga
Visita Pastoral de Monseñor Jesús Catalá,
Obispo de Málaga a nuestra Casa Hermandad
Jueves 21 de marzo de 2013
21 de marzo de 2013
20 de marzo de 2013
19 de marzo de 2013
18 de marzo de 2013
16 de marzo de 2013
Entrevista al Mayordomo ONDA CERO
Aquí te dejamos un audio donde podrás escuchar la entrevista de Radio al Hermano Mayor de nuestra Cofradía Antonio Gavira Rosado en ONDA CERO MÁLAGA por Ana María Romero el pasado miercoles.
Lo podrás escuchar en el minuto 50 aproximadamente...
14 de marzo de 2013
10 de marzo de 2013
Entrevista Onda Cero Al Hombro Semana Santa 2013
Entrevista Onda Cero Al Hombro Semana Santa 2013
El próximo miércoles 13 de marzo, entre las 4 y media y las 5 menos cuarto aproximadamente no te pierdas la entrevista que Ana María Romero de Onda cera Málaga llevará a cabo a nuestro Hermano Mayor Antonio Gavira mediante llamada telefónica.
9 de marzo de 2013
7 de marzo de 2013
2 de marzo de 2013
1 de marzo de 2013
27 de febrero de 2013
24 de febrero de 2013
Pregón Cofradiero
Pregón Cofradiero a cargo de
D. Antonio Melgar Viñas
Sábado, 23 de febrero de 2013
Ayer tenía lugar en la Parroquia de
San Juan de Letrán, el XII Pregón de Hermandad a cargo de Antonio
Melgar Viñas. El acto comenzaba con las palabras de bienvenida del Hermano
Mayor, Antonio Gavira Rosado quien ha agradecido la asistencia de todos
y en especial a Antonio resaltando su trayectoria cofrade, su entrega y vinculación
con la Cofradía.
“¡Que suerte la nuestra! Y que honor el mío,
de poder presentar
a la persona que va a proclamar
a los cuatro vientos el XII Pregón Jesuista de
Nuestra Semana Santa.
Presentar a quien siempre tiene presente sus raíces,
A quien siempre da testimonio valiente de sus creencias,
A quien siempre da ejemplo de humildad y sencillez,
A un Jesuista con Solera,
no solo es un placer, es,
un privilegio.”
Sin duda ha sido un pregón
cargado de sentimientos donde Antonio se ha emocionado al dedicar el pregón a
su esposa.
Antonio ha descrito con poesía,
sentimiento y fe las dos estaciones de penitencia del Jueves Santo con el
magnífico acompañamiento musical a cargo de la Banda Municipal
de Música Maestro Paco Tenorio y del Coro de la Hermandad.
Finalmente y tras un fuerte
y prolongado aplauso, el Hermano Mayor le dedicó unas palabras de
agradecimiento y le hizo entrega de un cuadro bordado donde se recogen unas bellas
palabras y un cuadro con la imagen de Nuestro Sagrado Titular
para Ana Isabel Jiménez Pérez, su esposa.
“Desde aquí, en nombre de la Junta de Gobierno y en el mío propio como Hermano
Mayor, te doy las gracias por este
maravilloso Pregón, por hacernos participes a todos, de este, tu momento que
sin duda alguna nos ha transportado a todos a los sentimientos mas íntimos que
tenemos de nuestras experiencias como Jesuista y devotos de Padre Jesús. Ha sido un pregón lleno de vivencias y recuerdos, en el cual has conjugado tu gran Devoción
hacia nuestro Sagrado Titular con y el buen hacer a través de tu vida con
un deleite de recuerdos y emociones
maravillosas.”
22 de febrero de 2013
Solemne Novena
Solemne Novena en honor a Nuestro Sagrado Titular
Del 22 de febrero al 2 de marzo de 2013
Fotografía de Angel Melgar Durán
Fotografía de Eloy Cintado Becerra
21 de febrero de 2013
20 de febrero de 2013
19 de febrero de 2013
Acompañamiento Musical JUEVES SANTO
ACOMPAÑAMIENTO MUSICAL PARA LA ESTACIONES DE PENITENCIA DEL JUEVES SANTO 2013
Jueves Santo: 1ª Estación de Penitencia:
- Banda de Cornetas y Tambores de Resurrección de Teba (Málaga)
- Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús del Soberano Poder de Alcalá de Guadaira (Sevilla)
- Banda Municipal de Música Maestro Paco Tenorio de Arriate (Málaga)
Jueves Santo: 2ª Estación de Penitencia:
- Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de los Afligidos de Puente Genil (Córdoba)
- Banda Municipal de Música Maestro Paco Tenorio de Arriate (Málaga)
18 de febrero de 2013
Mensaje del Papa para la CUARESMA 2013
MENSAJE DEL PAPA BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2013.
«Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4, 16)
Queridos hermanos y hermanas:
La celebración dela Cuaresma , en el marco del Año de la Fe , nos ofrece una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: entre creer en Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás.
1. La fe como respuesta al amor de Dios
En mi primera Encíclica expuse ya algunos elementos para comprender el estrecho vínculo entre estas dos virtudes teologales, la fe y la caridad. Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» {1 Jn 4,16), recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un "mandamiento'', sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» [Deus cantas est, 1). La fe constituye la adhesión personal –que incluye todas nuestras facultades– a la revelación del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo. El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor.
Sin embargo, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por "concluido" y completado» {ibídem, 17). De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31a).
El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor –«caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14) –, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios.
«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz -en el fondo la única- que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib., 39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).
2. La caridad como vida en la fe
Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido.
Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20).
Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a él, partícipes de su misma caridad.
Abrirnos a su amor significa dejar que él viva en nosotros y nos lleve a amar con él, en él y como él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente «a actuar por la caridad» (Ga 5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12).
La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17).
En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).
3. El lazo indisoluble entre fe y caridad
A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica».
Por un lado, en efecto, representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las obras concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico. Por otro, sin embargo, también es limitado sostener una supremacía exagerada de la caridad y de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la fe. Para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista.
La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios.
Enla Sagrada Escritura vemos que el celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio que suscita la fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto al servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-4). En la Iglesia , contemplación y acción, simbolizadas de alguna manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta y María, deben coexistir e integrarse (cf. Le 10,38-42).
La prioridad corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en la fe (cf. Audiencia general 25 abril 2012). A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria.
En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio dela Palabra ». Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana.
Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI enla Encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal factor de desarrollo (cf. n. 16). La verdad originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre (cf. Cantas en veritate, 8).
En definitiva, todo parte del amor y tiende al amor. Conocemos el amor gratuito de Dios mediante el anuncio del Evangelio. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer contacto –indispensable– con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor», para después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás.
A propósito de la relación entre fe y obras de caridad, unas palabras dela Carta de San Pablo a los Efesios resumen quizá muy bien su correlación: «Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos» (2,8-10).
Aquí se percibe que toda la iniciativa salvífica viene de Dios, de su gracia, de su perdón acogido en la fe; pero esta iniciativa, lejos de limitar nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las orienta hacia las obras de la caridad.
Éstas no son principalmente fruto del esfuerzo humano, del cual gloriarse, sino que nacen de la fe, brotan de la gracia que Dios concede abundantemente. Una fe sin obras es como un árbol sin frutos: estas dos virtudes se necesitan recíprocamente.
La Cuaresma , con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.
4. Prioridad de la fe, primado de la caridad
Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo (cf. 1 Co 13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Ga 4,6), y que nos hace decir «¡Jesús es el Señor!» (1 Co 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Co 16,22; Ap 22,20).
La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud.
Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).
La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales dela Iglesia : el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano.
Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela germina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).
Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de Cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada uno y cada comunidadla Bendición del Señor.
BENEDICTUS PP. XVI
Queridos hermanos y hermanas:
La celebración de
1. La fe como respuesta al amor de Dios
En mi primera Encíclica expuse ya algunos elementos para comprender el estrecho vínculo entre estas dos virtudes teologales, la fe y la caridad. Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» {1 Jn 4,16), recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un "mandamiento'', sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» [Deus cantas est, 1). La fe constituye la adhesión personal –que incluye todas nuestras facultades– a la revelación del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo. El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor.
Sin embargo, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por "concluido" y completado» {ibídem, 17). De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31a).
El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor –«caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14) –, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios.
«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz -en el fondo la única- que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib., 39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).
2. La caridad como vida en la fe
Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido.
Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20).
Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a él, partícipes de su misma caridad.
Abrirnos a su amor significa dejar que él viva en nosotros y nos lleve a amar con él, en él y como él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente «a actuar por la caridad» (Ga 5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12).
La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17).
En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).
3. El lazo indisoluble entre fe y caridad
A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica».
Por un lado, en efecto, representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las obras concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico. Por otro, sin embargo, también es limitado sostener una supremacía exagerada de la caridad y de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la fe. Para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista.
La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios.
En
La prioridad corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en la fe (cf. Audiencia general 25 abril 2012). A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria.
En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de
Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI en
En definitiva, todo parte del amor y tiende al amor. Conocemos el amor gratuito de Dios mediante el anuncio del Evangelio. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer contacto –indispensable– con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor», para después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás.
A propósito de la relación entre fe y obras de caridad, unas palabras de
Aquí se percibe que toda la iniciativa salvífica viene de Dios, de su gracia, de su perdón acogido en la fe; pero esta iniciativa, lejos de limitar nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las orienta hacia las obras de la caridad.
Éstas no son principalmente fruto del esfuerzo humano, del cual gloriarse, sino que nacen de la fe, brotan de la gracia que Dios concede abundantemente. Una fe sin obras es como un árbol sin frutos: estas dos virtudes se necesitan recíprocamente.
4. Prioridad de la fe, primado de la caridad
Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo (cf. 1 Co 13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Ga 4,6), y que nos hace decir «¡Jesús es el Señor!» (1 Co 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Co 16,22; Ap 22,20).
La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud.
Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).
La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de
Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela germina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).
Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de Cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada uno y cada comunidad
BENEDICTUS PP. XVI
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